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Posición de Guillermo Estévez Boero ante el proyecto de privatización del Sistema de Seguridad Social

ES NECESARIO NO PERMITIR LA ENTRADA DE LOS MERCADERES AL TEMPLO DE LA SEGURIDAD SOCIAL.

El conservadurismo trata de con­vencer a la gente de las ventajas de reemplazar todo interés común por el interés individual.

El motor de la vida de los pueblos y del hombre es para ellos la avidez, el lucro, el acaparamiento de cosas. Para los socialistas, que jerarquizamos el in­terés común por sobre el interés indivi­dual o sectorial, la motivación del hom­bre y de los pueblos debe ser la defensa del interés común, de la solidaridad, de la calidad de vida espiritual y material de cada uno, por eso los socialistas enten­demos que el Estado, que es la organización de lo común, no puede renunciar jamás a su responsabilidad principal en materia de salud, de educación, de jus­ticia, de seguridad pública y de seguri­dad social.

La seguridad social, partiendo de los principios que nos enseñara Alfredo Palacios de justicia social y solidaridad, tiene por objeto crear condiciones con­cretas de una vida digna para quienes alcanzan determinada edad o han sido afectados negativamente por diversas contingencias.

Un sistema común de reparto exis­tente a nivel del Estado con la activa participación de los interesados consti­tuye la única alternativa equitativa y segura para instrumentar una política de coberturas a las contingencias de la ve­jez, la invalidez y la muerte.

Esta es la experiencia universal y válida también en países de economías y de inspiración absolutamente capita­listas. Sólo la República de Chile, como herencia de una dramática dictadura mantiene el sistema de capitalización individual y obligatoria.

Este sistema existió en diversos países del mundo pero fue abandonado porque se nutre de mecanismos de inse­guridad social y no de seguridad social que constituye el objetivo del sistema solidario. La seguridad social tiene como objetivos garantizar una vejez digna, no de premiar al más inteligente de los inversores que no haya sido afectado por una contingencia del mercado de valores.

Es necesario no permitir la entrada de los mercaderes al templo de la segu­ridad social, porque el mercader no sólo no tiene nada que ver con la seguridad social sino que en esencia filosóficamente es contrario a la seguridad social.

Por eso, el socialismo rechaza el proyecto del equipo económico, porque se trata de un modelo que no tiene como objeto la contingencia de la vejez, inva­lidez o muerte, esto es la prestación de seguridad social, sino que su único ob­jeto es la creación o utilización inmedia­ta de una cantidad enorme de recursos para intermediar financieramente con los mismos. Este desvío, nos dice un trabajo del Consejo Federal de Previ­sión Social, es el pecado cardinal del proyecto puesto que evidencia su obje­tivo financiero -disfrazado de la crea­ción de capitales nacionales- en desmedro del objetivo social que es la cobertura y seguridad para la etapa de la vida en que el hombre no puede ya proveer con su trabajo su propio susten­to.

Nadie niega la posibilidad y la ne­cesidad imperiosa de modificar nuestro actual sistema previsional y ahí están las propuestas de cambio efectuadas por los socialistas a través de toda una vida de preocupación genuina por los mayo­res y no por el mercado de capitales.

El proyecto es inconstitucional por­que obliga al aporte a intermediarios privados y lo único que asegura es la comisión de la intermediación y no la tranquilidad de nuestros mayores.

La incorporación de la figura de una administradora de pensiones y jubi­laciones a través del Banco de la Nación Argentina, puede hacer más transparen­te el mercado de capitales pero no impli­ca ninguna reforma con relación al eje de la cuestión, que es la opción por un principio de capitalización individual o de solidaridad global.

Por eso las reformas, que dicen que podrían producirse, no alteran nues­tra oposición al proyecto oficial.

En realidad se trata de un manota­zo de ahogado de un equipo económico que no ha logrado estabilidad sin rece­sión, ni la confianza necesaria para la inversión. Lo grave es que se manotea a los que menos tienen para gran ganancia de la intermediación de capitales, por parte de quienes nada arriesgan y tienen mucho.

Aún desde el punto de vista prag­mático, el proyecto resultará una tenta­tiva fallida, porque si al capital se lo encorseta no sirve para el crecimiento, y si al capital se lo libera -si no tiene confianza- se va.

Ni de una ni de otra manera se aplicará a un crecimiento sostenible que apunte a la calidad de vida, a la concre­ción de nuevos puestos de trabajo y a la no degradación del medio ambiente.

Estos objetivos son difíciles pero no imposibles si hacemos primar la hu­mildad republicana, el diálogo y el con­senso por sobre la jactancia y la sober­bia.

El país no tiene alternativa sin concertación. Una cosa es parar la infla­ción, pero esto no alcanza para poner en marcha el crecimiento.

Una cosa es bajar la fiebre y otra curar la enfermedad. Para la primera basta una pastilla, para la segunda hace falta un médico y el médico de un país no es la confrontación ni su forma política el bipartidismo, sino la convivencia, la concertación y el respeto del pluralismo en la adopción de las políticas de gobier­no.

 

Guillermo Estévez Boero

Diputado Nacional Bloque Unidad Socialista -Honestidad Trabajo y Eficiencia


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