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Partido Socialista Popular

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Pautas para el Plan Nacional

EL PARTIDO SOCIALISTA POPULAR REEDITA HOY, MAYO DE 1983, ESTÁS PAUTAS PARA UN PLAN NACIONAL, QUE EN OTRO MAYO -1977- MAS DIFICIL Y OSCU­RO, SUS INTEGRANTES HICIERON CONOCER AL PAIS, COMO MENSAJE DE ESPERANZA Y COMO PUNTO DE REENCUENTRO PARA ALCANZAR LA UNIDAD NACIONAL.

ARGENTINA

"No hice nada más que oírte comprenderte

de tu humilde grandeza soy un rastro...

Raúl Scalabrini Ortiz

INDICE

I - INTRODUCCION                                
II - SALUD, EDUCACION Y VIVIENDA PARA TODOS    
III - NIVEL DE VIDA DE LOS TRABAJADORES  
IV - PEQUEÑA Y MEDIANA EMPRESA
V - ESTABILIDAD DE LOS SECTORES MEDIOS
VI - RESORTES BASICOS DE LA ECONOMIA
VII - INTERIOR
VIII - PARTICIPACION POPULAR
IX - PUEBLO Y FUERZAS ARMADAS
X - SEGURIDAD NACIONAL
XI - PLANEAMIENTO
XII - POLITICA EXTERIOR
XIII - DERECHOS HUMANOS
XIV - FUTURO INSTITUCIONAL

I - INTRODUCCION

Al iniciarse 1977 se opera un intercambio de ideas sobre la situación imperante en el país y sobre los próximos pasos que deben darse, fundamentalmente en materia económica y política. Los integrantes de la Junta Militar y el propio Presidente han incursionado, en forma reciente, por estos temas. Los sectores políticos y sindicales cobijados en ateneos, centros de estudios, etc., han hecho conocer sus ideas. La Iglesia Católica, en presentaciones elevadas al gobierno nacional y en homilías y sermones pronunciados en ocasión de la Semana Santa, ha expresado su preocupación y sus puntos de vista. Los sectores empresariales lo han hecho directamente a través de sus organizaciones.

Ante este peculiar diálogo, y en nuestro carácter de ciudadanos preocupados por el presente y el futuro de nuestra Patria, tenemos la obligación de expresar y dar a conocer nues­tra opinión, a la que estimamos necesario preceder de algunas reflexiones.

a) Consideraciones sobre la naturaleza de la justicia y del Estado contemporáneo.

En primer lugar, creemos imprescindible reflexionar acerca del rol del Estado y de la justicia.

El Estado debe estar al servicio del hombre argentino. Todo debe hacerse para servir al hombre. La justicia es una condición para la paz y ésta, a su vez, un requisito para el trabajo fecundo. Nuestra sociedad debe organizarse no con el objetivo de que un sector minoritario sea especialmente feliz, sino para que lo sean todos en el mayor grado posible; lo justo es posibilitar a cada ciudadano el logro de la satisfacción de sus necesidades. El poder político sólo se legitima en la medida en que garantice lo justo. La finalidad suprema del Estado y de la Ley es el bienestar del pueblo todo.

"Sobre toda actividad social de producción y distribución de bienes exteriores que se cumple en el territorio de un país, sobre cualquier recurso material, intelectual y financiero que se utilice en esa producción y distribución; sobre las empresas que organizan tales actividades, el Estado sobe­rano ejerce una incompartida potestad para efectuar la justi­cia, esto es, para obtener la suficiencia de vida de todos y cada uno de sus componentes. Y esta potestad eminente se ejerce cualesquiera sean la procedencia y la nacionalidad de los propietarios de tales elementos, pues toda especie de capital y de trabajador extranjeros que se incorporen a un país, for­man la parte ínfima de la empresa que ahí integran, porque la parte sustantiva es la constituida por los recursos materia­les, por la masa de trabajadores, por el ahorro social y por los consumidores que están en el país y que esa empresa aprovecha. De modo, entonces, que lo accesorio queda absorbido por lo principal. Porque si los ínfimos elementos extraños incorporados a la empresa tuvieran la virtud de extranjerizarla o, cuando menos de inmunizarla parcialmente de la po­testad del poder político nacional, resultaría que en su to­talidad o en su parte se frustraría la razón de ser de la comunidad soberana, esto es, utilizar todos los recursos del país para lograr que cada uno de sus miembros obtenga las condiciones de vida para desarrollarse plena e integralmente." (Arturo Enrique Sampay).

Las funciones del Estado moderno son nuevas, tanto por su dinámica como por su universalidad. La concepción del siglo XIX ha sido irreversiblemente superada y no puede hoy aquel limitarse a cubrir los aspectos básicos de administración, justicia y seguridad. Hoy la forma en que asume su tarea está dada por la búsqueda de mayores ingresos y de una mayor y más equitativa distribución de la renta, para asegu­rar la igualdad de oportunidades y el logro de un mayor bienestar para todos. Hoy el Estado debe satisfacer las demandas sociales (salud, educación, vivienda, etc.) desatendidas por el libre juego de las fuerzas del mercado. De una interpre­tación estrecha de sus deberes y obligaciones a una interpretación más amplia de los mismos, surge correlativamente la apertura a su nueva filosofía que lo impulsa a posibilitar la plena realización del hombre como ser social. Por ello, el Estado es ahora aceptado universalmente como principal agen­te impulsor de la transformación económica y social.

Dentro de esta idea, la economía debe ponerse al servicio de una concepción del Estado a la cual tiene que servir. Por lo tanto, la organización del Estado y sus habitantes no pueden ponerse -como actualmente acontece- al servicio de una concepción económica. La economía debe servir para ordenar la satisfacción de les necesidades de los hombres, y no vivir éstos para otorgar dividendos a una concepción económica.

b) Necesidad de jerarquizar los objetivos nacionales por so­bre las formas institucionales.

En segundo lugar, es preciso acordar la supremacía in­discutible al contenido por sobre las formas; por ende, todo diálogo, todo acuerdo sobre la actual situación del país de­berá versar, primero, sobre el país que tenemos y sobre el país que queremos los argentinos, y luego acerca de las for­mas institucionales que posibiliten y den vigencia a ese país que anhelamos. No existen formas posibles que aseguren un futuro sobre el que no estemos de acuerdo. En consecuencia, hoy no corresponde hablar de referéndum, de plebiscitos, de constituyentes, de consejos económicos sociales, de la existencia o no de primeros ministros, de integración de cuerpos legislativos o de forma paulatinas de participación, al margen del país real, de la salud y de la educación de los argentinos, de la economía nacional, del nivel de vida de los trabajadores y de su organización, de la energía, del planeamiento, etc.

No pueden reducirse a problemas de técnica constitucional las profundas dificultades con que tropieza el establecimiento y funcionamiento leal de un régimen democrático. Los artículos de una Constitución no hacen una democracia y, menos aún, los mecanismos políticos relativos a la formación y a la caída de un gobierno. Claro es que los procedimientos no son despreciables y se conocen algunos cuya adopción un omisión bastan para falsear el espíritu del régimen. Pero, a pesar de todo, hay una jerarquía en la importancia de los problemas. Los que nuestro tiempo pone en evidencia conciernen menos a la elaboración de formas jurídicas que a los datos humanos, sociales y económicos de un modo democrático de vida.

c) Encuadramiento necesario de las medidas coyunturales inmediatas dentro de una concepción general del país.

En tercer lugar, si las resoluciones que se adoptan no se concatenan y se insertan en la problemática real y trascendente de la Nación, las mismas no pasarán de ser actos coyunturales sin trascendencia en el tiempo y sin incidencia en la futura realidad nacional.

Nuestra realidad actual, a la cual se arriba a través de un largo proceso, es realmente crítica. El país ofrece un territorio deshabitado, cuyo despoblamiento se agudiza día a día en aras de una concentración ciudadana e industrial que está en contradicción directa con la existencia de la Nación.

Ya en 1960, aproximadamente un 35% de la población se hallaba radicado en el Gran Buenos Aires. En el mismo año, el más grande conglomerado humano del Brasil sólo contaba con el 4,5% de su población nacional. En toda América Latina solamente el Uruguay supera nuestra deformación, ya que en 1963 estaba radicado en el Gran Montevideo el 44,7% de su población.

El país presenta una economía con un nivel de dependencia de los factores externos de una densidad y de una complejidad no sufrida en toda su existencia. Esta dependencia no abarca únicamente los aspectos de la cultura, manufactura, transporte, ciencia, tecnología y finanzas. La dependencia abarca el quehacer agropecuario, concretada a través de los monopolios que producen las principales herramientas, que comercializan los granos, que proveen las semillas, que produ­cen herbicidas, plaguicidas y abonos y que elaboran las especialidades veterinarias. La dependencia incide en el desarrollo cuantitativo y cualitativo energético del país. La dependencia influye en el equipamiento y, consecuentemente, en la estructuración de las propias Fuerzas Armadas. No hay planes eficaces en vigencia para solucionar las necesidades más elementales del hombre argentino: salud, educación y vivien­da. El desborde de la dependencia penetra en los medios de comunicación que configuran el sistema más eficiente de la educación y de la formación cultural informal.

Pero la acción de la dependencia atraviesa todos los campos enunciados para precipitarse sobre los valores mismos de nuestra comunidad, habiéndonos lanzado a una caótica, in­moral, irracional y negativa sociedad de consumo donde el lucro, erigido en el valor supremo de la colectividad y en el supremo legislador y planificador de la misma, moviliza los elementos de la violencia, de la droga y del erotismo para destruir el cerebro de las jóvenes generaciones y ponerlas a su servicio. De esta dramática realidad, cuya concreción nos ha tenido a todos de testigo, la mayor parte de las veces pasivos testigos, surge el terror que canaliza un nihilismo cuyas causas la sociedad consintió y cuyo producto no supo reencauzar tras metas argentinas trascendentes.

De la sociedad de consumo, que no ofrece posibilidades de realización para la mujer y el hombre argentino, una par­te de la juventud evade en un sueño que comienza con una rebeldía y termina con un consentimiento. Dispuesto a habi­tar todos los mundos que se pretenden edificar para él, el hombre sin horizontes deserta de la sociedad presente para ofrecer su adhesión y su fe a una ciudad futura la cual, aún si se queda en un esbozo, le habrá ofrecido al menos un pre­texto para no desesperar de sí mismo.

Esta evasión, este salto hacia el vacío, este transitar hacia la muerte, debe ser detenido. Pero, al mismo tiempo, resulta imperioso y urgente erradicar las causas profundas de nuestra realidad que lo ocasionaron.

El terror podrá tener vinculaciones de orden interna­cional, más lo cierto es que nada puede desarrollarse sin las condiciones adecuadas para ello, y esas condiciones son las que debemos erradicar.

La degradación moral, de existencia innegable para quien quiera ver, reemplaza al látigo del mayoral de ayer en el manejo de los esclavos, para manejar hoy a los esclavos de la sociedad de consumo.

La contaminación de nuestro aire y de nuestras aguas avanza sin vallas ciertas.

Nuestra organización económica premia1 la especulación y castiga al trabajador y al productor.

Nuestra organización impositiva hace recaer el mayor peso de la contribución sobre quienes menos poseen a través de los impuestos indirectos.

Los trabajadores, que al igual que amplios sectores medios carecen de todo tipo de reserva, son quienes padecen con mayor intensidad esta realidad que los priva de conquis­tas, les reduce drásticamente el poder adquisitivo de sus salarios y los sumerge en una existencia sin perspectiva, sin seguridad, sin esperanza.

En el orden internacional, el país refleja toda esta su realidad.    Después de haber adquirido a través de Drago, Calvo y otros ilustres hombres públicos, una personalidad propia en el campo internacional, hoy su actividad en ésa área aparece totalmente desdibujada.   No incide en el bloque occidental al cual dice pertenecer, y cuyos principales integrantes y líderes lo critican a diario.   No incide en el bloque denominado oriental al cual lógicamente no pertenece, y tampoco incide en los países no alineados porque carece para ello de un definido accionar reivindicatorio del derecho de los pueblos en vías de desarrollo.

Nuestras fronteras despobladas, indefensas, incomunicadas, configuran realidades harto negativas para el mantenimiento de la soberanía nacional.

Es necesario pensar todo esto, sopesarlo, valorarlo, a fin de poder hoy arribar a conclusiones, a diálogos, a acuerdos trascendentes para la Nación Argentina. Todo lo que se haga sin tener en cuenta esta realidad del país y de su pue­blo será intrascendente, será como arar en el mar.

II - SALUD, EDUCACION Y VIVIENDA PARA TODOS

El progreso de un país está vinculado básica y esencialmente a la calidad y cantidad de los integrantes de su pueblo. El hombre constituye el factor esencial de todo proceso económico, social y político; es quien determina esos procesos y los pone a su servicio. El hombre tiene la posi­bilidad de modificar el medio que lo rodea y aún su propia realidad. La capacidad potencial creadora y realizadora de los pueblos es ilimitada.

En las próximas décadas se consumará la liberación de centenares de millones de habitantes de la tierra, la balanza del desarrollo tomará su ritmo normal y la cantidad de la población será el factor decisivo en la velocidad de los nive­les de desarrollo.

Hoy puede afirmarse que el desarrollo y bienestar de Holanda resultan superiores al desarrollo y bienestar de la India. Pero en una futura etapa que ya se vislumbra, cuando las poblaciones de todos los continentes se pongan en marcha a través de su liberación, cuando pertenezcan a la bohardilla de la historia el neocolonialismo y el imperialismo, como pertenece hoy ya el colonialismo, cuando ya no existan los imperios de Deterling, evidentemente la India superará en canti­dad y calidad al desarrollo de Holanda.

Esta perspectiva no es obra de Julio Verne. Si miramos un poco hacia atrás veremos que con posterioridad a la Segun­da Guerra Mundial la aceleración del proceso de liberación se incrementó en forma vertiginosa.

Si analizamos la importancia decisiva en la política mundial de los países no alineados consignados en su mayo­ría por los Atlas de hace 25 años como territorios coloniales veremos que la perspectiva planteada no corresponde a un futuro lejano sino que pertenece a un futuro mediato que ha de concretarse en la primera mitad del próximo siglo. Mucho antes de ello, en el año 2000, los países no alineados, que ocupan ya algo más de la mitad de las tierras emergidas del planeta, contarán con los dos tercios de la población mundial.

Esta realidad la percibimos nosotros y la perciben los intereses representados en el Banco Mundial. Pretender fre­nar este proceso con el lanzamiento de la píldora o de otros medios anticonceptivos, entre los que merece destacarse la bárbara esterilización masiva practicada en la India, constituye un vano deseo de evitar un futuro cierto.

Al cotejar el porvenir de nuestro país con las perspec­tivas mundiales que estamos vislumbrando, debemos ver con claridad que resulta primordial entre nosotros apuntar al incre­mento de la cantidad y la calidad de la población. Las pers­pectivas de un incremento en la cantidad de nuestro pueblo resultan sumamente limitadas.

Nuestra tasa de natalidad en 1915 fue del 35,1 o/oo; en 1930 del 28,7 o/oo; en 1945 del 25,2 o/oo; en 1960 del 23 o/oo y en 1966 del 21,4 o/oo.

El descenso de la natalidad constituye una realidad cu­ya dimensión se percibe con más nitidez si consignamos que nuestra tasa en 1966 fue apenas superior a la de Europa en 1955, y notoriamente inferior a las tasas del resto de los continentes, e incluso a la existente en zonas de muy superior desarrollo, como América del Norte.

Una de las consecuencias de las bajas tasas de natalidad es el progresivo envejecimiento de la población. Disminuye la proporción de jóvenes y niños y aumenta la de edades maduras. América latina registra un 61% de menores de 25 años. Dentro de ella: Paraguay señala el 67 Colombia el 66 %. jico el 65 %, Bolivia el 61% -igual que Brasil-, Chile el 58 y Argentina el 48%.

Si a esto agregamos que con posterioridad a la fecha cuyos guarismos poseemos se ha iniciado la difusión masiva de medios anticonceptivos, tendremos la cabal dimensión de nues­tra situación en materia de natalidad, la cual constituye la espina dorsal del crecimiento demográfico.

La tasa de natalidad estimada para el quinquenio 1975-80 es de 19,87 o/oo.

Esta perspectiva determina para nuestro país que las medidas necesarias tendientes a disminuir las cargas y los aspectos negativos de la natalidad (incremento de los subsi­dios por nacimiento, multiplicación de centros materno-infantiles, guarderías y jardines de infantes, creación de un sistema educacional de doble escolaridad, así como la solución del problema de la vivienda) no serán suficientes, ya que el incremento del índice de natalidad será muy lento dado que el mismo se halla sujeto a pautas culturales, cuya modificación requerirá presumiblemente décadas.

Por lo tanto, se aprecia con nitidez la importancia decisiva que tiene en nuestra realidad nacional todo lo que se haga por mejorar la calidad de la población.

Por todo lo expuesto y por incidir directamente en el condicionamiento y en la superación material y cultural del pueblo, consideramos que la Salud Pública y la Educación son los cimientos básicos de todo proceso serio y sano de desa­rrollo nacional autónomo.

- Salud Pública

Entendemos por Salud Pública la preservación, incremento y promoción de la salud de todos los integrantes del pue­blo.

"El goce de la salud es uno de los derechos fundamentales de cada ser humano, sin distinción de raza, religión, credo político o condición económica o social."

Sobre la base de los servicios sanitarios existentes, el Estado deberá garantizar la asistencia médica integral, igualitaria, gratuita y obligatoria para todos los integrantes de la Nación, coordinando al efecto los servicios oficiales (municipales, provinciales y nacionales), sindicales y mutuales. Los servicios privados deberán integrar voluntariamente el plan, y el hospital constituirá el eje fundamen­tal y funcional del sistema así establecido.

El Plan Nacional de Salud comprenderá la asistencia médica de todos los habitantes de la ciudad y del campo bajo cuatro formas: promoción, protección, recuperación y rehabi­litación, otorgando prioridad a la medicina preventiva sobre la curativa. El Plan Nacional de Salud promoverá la participación popular en todos sus niveles y etapas y deberá estar regido por un organismo nacional en el cual participarán el Estado, el pueblo a través de sus organismos sindicales, profesionales y empresariales, las Fuerzas Armadas, los trabajadores de la Salud y la universidad.

Dicho Plan incluirá el desarrollo de un programa permanente de educación sanitaria en centros de trabajo, de estu­dios, unidades de las Fuerzas Armadas, clubes, cooperativas y sociedades vecinales o de fomento.

Se deberé garantizar la asistencia materno-infantil desde antes de la concepción, asegurando que la futura madre sea una mujer física y psíquicamente apta para el desarrollo de un nuevo ser. La madre y su hijo hasta los dos años de e_ dad, cuando lo necesiten, tendrán derecho a alimentación gratuita, adecuada y suficiente.

Se deberá brindar a la infancia y a la juventud una asistencia especial que garantice su correcto desarrollo físico y psíquico.

Se dará importancia prioritaria a la educación física, a la práctica del deporte y a la recreación como el elemento indispensable para el desarrollo de la salud física y mental del pueblo.

Es necesario determinar precios fijos y uniformes a losmedicamentos y la implementación del formulario terapéutico nacional.   Se deberá ejercer control público de la industria farmacéutica, a los efectos de garantizar seguridad y accesibilidad al medicamento. Es preciso eliminar los actuales métodos de propaganda y promoción del mismo.

Nuestra deficiente y anárquica realidad sanitaria se agrava por efecto de la escasa remuneración que percibe la inmensa mayoría de los trabajadores de la sanidad que atenta directamente contra el desempeño idóneo y sacrificado de sus funciones, y por la baja retribución que percibe el cuerpo de los profesionales del arte de curar.

 - Educación

Los principios generales que adopte el Estado en mate­ria de educación deben tener vigencia en todos los organismos dedicados a ella, sean estos civiles -oficiales o privados-, castrenses o religiosos, ya que todos los jóvenes cualquiera sea su inclinación constituyen el futuro de la Nación.

"Nuestro sistema educativo tiene un contenido programático demasiado abstracto y formalista. Los métodos didácti­cos están más preocupados por la trasmisión de los conocimientos que por la creación entre otros valores, de un espíritu crítico.   Desde el punto de vista social, los sistemas educativos están orientados al mantenimiento de las estructuras sociales y económicas imperantes, más que a su transformación. Es una educación uniforme, cuando la comunidad nacional ha despertado a la riqueza de su pluralismo humano; es pasiva, cuando ha sonado la hora para nuestro pueblo de descubrir su propio ser, pictórico de originalidad; esté orientada a sos­tener una economía basada en el ansia de "tener más", cuando la juventud argentina exige "ser más" en el gozo de su autorrealización, por el servicio y el amor."

"En especial, la formación profesional de nivel inter­medio y superior sacrifica con frecuencia la profundidad hu­mana en aras del pragmatismo y del inmediatismo, para ajustarse a las exigencias de los mercados de trabajo." Este tipo de educación coincide con la concepción de poner a los hombres al servicio de la economía, y no ésta al servicio del hombre.

Debe planificarse el desarrollo permanente de la campaña de alfabetización.   Todos los niveles educativos civiles deberán estructurarse en forma tal de posibilitar la incorporación a quienes trabajan y quieren estudiar.

El Estado deberá garantizar la educación gratuita, común y obligatoria en los ciclos preescolar, primario y secun­dario, y será respetuoso de la libertad de conciencia. Se estudiarán los problemas que determinan la deserción en los tres ciclos de la enseñanza y la grave disminución de las inscripciones. Se resolverá con urgencia problemas de infraestructura de la escuela rural que determinan que niñas y niños argentinos tengan que recorrer a diario kilómetros a caballo o en sulky para concurrir a clase, y que la maestra tenga que trasladarse "a dedo" hasta su escuela.

"Odisea de una maestra. San Miguel de Tucumán. Cuando se dirigía a prestar servicios en la escuela nacional 324 ubicada en las cumbres del cerro Mala Mala, en los Valles Calchaquíes, la maestra Aída Miriam Gómez, de 24 años, se desbarrancó con la mula que la transportaba en un profundo precipicio, donde permaneció dos días hasta que fue encontrada.

“El viaje a su escuela es de siete horas a lomo de mula hasta llegar a Mala Mala, paraje situado en plenas serranías, a 40 kilómetros en línea recta al oeste de esta capital. La mula fue encontrada por algunos lugareños cuando regresaba sin la maestra. Se inició inmediatamente la búsqueda, pero las inclemencias del tiempo y lo abrupto del terreno, determinaron que sólo 48 horas más tarde la docente fuera localizada. Fue internada en el hospital Centro de Salud presentando serios golpes en la cabeza y en distintas partes del cuerpo y estaba deshidratada por la falta de alimentos y de agua." (Diario La Nación, domingo 20 de marzo de 1977, pág. 10).

Se deberá jerarquizar y remunerar en forma acorde a su responsabilidad a los integrantes del magisterio a los efectos de poder exigir racionalmente a los mismos un responsable co­metido de su delicada misión, y de evitar deserciones de per­sonal capacitado y experimentado como la que observamos en nuestros días.

"La democratización de la educación es un ideal que es­tá todavía lejos de conseguirse en todos los niveles, sobre todo en el universitario, ya que nuestras universidades no han tomado suficientemente en cuenta las peculiaridades nacionales, trasplantando con frecuencia esquemas de países desa­rrollados, y no han dado suficiente respuesta a los problemas propios de nuestro continente. La Universidad ha conservado frecuentemente estudios tradicionales, casi sin carreras de duración intermedia aptas para nuestra situación socio-econó­mica. No ha estado siempre y en todo lugar, debidamente abierta a la investigación ni al diálogo interdisciplinario, indispensable para el progreso de la cultura y el desarrollo inte­gral de la sociedad."

El Estado nacional brindará enseñanza universitaria a través de las Universidades Nacionales, que serán gratuitas y con ingreso libre. Se promoverá el ingreso y el desarrollo de las carreras de mayor vinculación con las necesidades de la Nación.    Dichas casas de estudio serán autónomas y deberán adecuar su funcionamiento a las pautas y objetivos del siste­ma educacional nacional. Su gobierno, en todos los niveles, estará integrado por docentes, graduados, estudiantes y no docentes en la proporción que determine la ley.    Los títulos de habilitación profesional serán otorgados o controlados por el Estado.

El Estado nacional deberá garantizar la enseñanza en sus diversos niveles en todo el territorio nacional. Los ni­veles preescolar, primario y secundario estarán a cargo de las provincias y de los municipios. Se garantizará el funcionamiento de los institutos privados de enseñanza en los tres ni veles y de conformidad con las leyes que determinen el funcionamiento y los contenidos de la enseñanza.

La educación física y la práctica de deportes serán obligatorias en todos los niveles de la enseñanza.

En la adquisición de los conocimientos se jerarquizará la práctica sobre la teoría. La enseñanza se orientará ha­cia la superación del divorcio entre trabajo manual e intelectual, para lo cual se combinará la enseñanza con el trabajo productivo. Se promoverá la enseñanza para adultos a nivel primario, secundario y tecnológico. Se garantizará una retribución adecuada a los docentes de todos los ciclos y se orga­nizará sistemáticamente la actualización y perfeccionamiento docente y cursos de postgrado universitario.

Los medios de comunicación de masas deberán ser propie­dad de la Nación y estarán prioritariamente al servicio de la educación integral del pueblo, del desarrollo de la cultura nacional y del sano esparcimiento.

El Estado fomentará y protegerá la investigación científica y tecnológica que tenga por objeto ayudar al desarrollo científico nacional, e incrementar la productividad del trabajo, mediante una renovación de las técnicas de producción adaptadas a nuestra necesidad y de conformidad con nuestros re cursos.

Deberá promoverse el desarrollo de las artes plásticas y de la música, favoreciendo fundamentalmente el desarrollo de nuestras escuelas nacionales y la conservación de nuestra tradición evitando que la dependencia cultural que el país pade­ce termine por hacer desaparecer las unas y las otras.

El patrimonio artístico histórico de la Nación ha de estar bajo la custodia y protección del Estado, que podrá prohibir su exportación e impedir su enajenación, transformación o destrucción, así como expropiarlo si fuera necesario para conservar el acervo cultural del país. El Estado tutelará el paisaje y los lugares notables por su belleza natural.

- Vivienda

En general, los planes de vivienda realizados en el país no solamente han resultado insuficientes para satisfacer las necesidades de vivienda, sino que además su radicación no consultó la imperiosa necesidad nacional de proceder a un reordenamiento territorial demográfico.    Por otra parte, las viviendas en sí no han cumplido en general los requisitos indispen­sables en materia de calidad material y, fundamentalmente, los relativos a la calidad habitacional.    En la actualidad y en nuestro país no es permisible concebir la vivienda como un simple techo para cobijarse del sol, de la lluvia, del frío y del viento.

"Es necesario considerar que en la misma el hombre cre­ce, se desarrolla, descansa, constituye su familia, cría sus hijos y vive momentos de esparcimiento; entonces esta vivien­da no solamente necesita el volumen, la luz y el aire requeridos por la fisiología del hombre, sino también la forma, la luz y el aire necesarios para la vida espiritual del hombre y de su familia."

"Asimismo, en la medida que la vivienda pase de nivel de mercado a constituirse en un producto social, a través de la reconstrucción y renovación de barrios y ciudades derivadas del ordenamiento territorial, requerirá organismos dotados de una gran eficiencia y capacidad operativa."

Hasta que estos criterios se impongan y se adopten será necesario continuar y culminar los planes de vivienda en eje­cución, dotándolos de modalidades financieras acordes a los salarios existentes.

Deberá materializarse el derecho a una vivienda digna, así cono jerarquizar la inversión pública y privada en planes de vivienda fundamentalmente en el interior del país y, sobre todo, en las provincias y regiones limítrofes.

Es necesario dotar al país de una frontera de civiliza­ción que facilite la radicación y desarrollo de nuevas pobla­ciones. La jerarquización de la inversión en viviendas ha de deparar una demanda de mano de obra y la reactivación de las múltiples actividades productivas vinculadas a ellas.

Es menester promover y desarrollar nuevas formas de construcción en serie que posibiliten la reducción de los costos y la existencia de viviendas confortables y durables. Fundamentalmente en las zonas premencionadas se llevará a cabo un programa de construcción de viviendas al alcance de la familia trabajadora mediante planes que financiará y conducirá el Estado, quien además promoverá la formación de cooperativas de trabajo cuyas acciones garantizará y controlará el mismo. Tendrán prioridad los habitantes de las villas de emergencia y viviendas precarias del medio rural.

Se modificará la ley de alquileres teniendo en cuenta los intereses del locatario y del locador.

III - NIVEL DE VIDA DE LOS TRABAJADORES

El trabajo productivo es el medio indispensable para satisfacer las necesidades materiales y morales de la comunidad y de sus integrantes, el fundamento de la prosperidad general y la causa de todas las conquistas de la civilización, y constituye asimismo el medio de perfeccionamiento del hom­bre.

El día del trabajador -como el de todos los hombres- tiene 24 horas: ocho para dormir, ocho para trabajar y ocho para comer, para satisfacer sus necesidades espirituales, de esparcimiento, de capacitación y de vida de relación. Cuan­do al hombre se le garantiza la posibilidad de descansar y de satisfacer sus necesidades materiales con la remuneración de sus ocho horas de trabajo, debe defendérsele tenazmente la posibilidad de vivir plenamente sus ocho horas restantes. En consecuencia, resulta indispensable solucionar en primer lu­gar su problema de vivienda y asegurar la capacidad adquisi­tiva necesaria de la remuneración por su trabajo de ocho horas.

Al encarar la posibilidad plena de vivir el resto del día estamos quizás frente al problema central de lo que ac­tualmente ha dado en llamarse "calidad de vida".

Ante este problema, hoy se hace necesario replantear todas las condiciones de vida del hombre contemporáneo, por­que las panaceas de los vertiginosos desarrollos económicos, de las altas tasas de crecimiento económico, del alto nivel de desarrollo tecnológico, han culminado -en los países que lo han alcanzado- en la degradación del ser humano que se manifiesta en el suicidio, en la droga, en la pornografía y en la violencia.

Estas realidades no nos hacen abjurar de la necesidad del crecimiento económico, sino que nos genera la convicción de que el mismo debe estar relacionado con la preservación de la calidad de vida de los hombres y, fundamentalmente, de los trabajadores que en definitiva son los forjadores del creci­miento económico.

¿Qué significación trascendente tiene discutir el 20% de incremento en los transportes, si no discutimos las obli­gatorias cuatro horas que nos demanda el ir y volver del lu­gar de trabajo? ¿Qué significación tiene discutir el arancelamiento de los servicios hospitalarios si la inexistencia de centros de primeros auxilios correctamente diseminados nos obliga a invertir dos o tres horas para trasladarnos a los efectos de recibir una inyección, o una simple cura o un tra­tamiento odontológico? ¿Qué significación tiene debatir el acceso a la cultura si sólo en rarísimas ocasiones -excepciones que confirman la regla- los artistas, los conjuntos y las orquestas de jerarquía cruzan los límites de la Gral. Paz?

Se reclama, y correctamente, un tiempo de ocio para el trabajador y a su vez esto nos enfrenta con otro problema: la ocupación de su tiempo de ocio. El ocio ha sido conside­rado tradicionalmente como el medio de "recreación", es decir de revivir y reconcentrar las facultades mentales y físicas fatigadas por los compromisos obligatorios al trabajo, realizando tareas genuinamente interesantes.

Sin embargo, la función del ocio actualmente sufre un cambio, se vuelve un sinónimo de tiempo empleado en la pasi­vidad, de absoluta ociosidad; el ocio ya no significa hacer lo que la persona desea, algo diferente de lo que hace en el trabajo, de lo que debe hacer; cada vez más significa senci­llamente no hacer nada.

Ser un aficionado a los deportes no implica en la sociedad de consumo participar en cualquier actividad o ad­quirir destreza. Se ofrecen eventos para todas las estacio­nes del año, y no es necesario ni asistir a éstos ya que las grandes firmas encuentran una forma lucrativa de propaganda al patrocinar la difusión de los juegos por radio y televisión. Elaborados registros estadísticos son recopilados y publicados en libros y revistas especializados, haciendo po­sible que hasta los aficionados que nunca han practicado un deporte en su vida discutan los equipos y jugadores con la seguridad de un experto.

El estar interesado en diferentes épocas del año en los deportes apropiados a la estación, se convierte en algo común a todos. Como los sumamente imaginarios puntos buenos y malos de las diferentes marcas y modelos de automóviles, la fuerza y debilidad de los equipos y jugadores se convierten en tópicos de conversación que la trivialidad inherente al tena transforma en mera charla.

Todas estas modalidades de nuestra vida diaria tienen un claro contenido no participativo; determinan que durante las pocas horas de ocio que le quedan al trabajador, éste no piense, no estudie, no practique, no realice nada trascendente para él ni para los suyos; determinan simplemente que no haga nada y que no avance un milímetro hacia su perfecciona­miento, su solaz y su cultura.

En consecuencia, a la luz de estos ejemplos que carean de originalidad, pero que pueden multiplicarse con relación a todos los aspectos trascendentes de la vida y que hacen a su calidad, es preciso replantear las condiciones de vida del trabajador y del pueblo todo para poder arribar con un pue­blo sano, vigoroso y moralmente fuerte a vivir la etapa del gran desarrollo económico.

Escuchamos a diario que los padres deben dedicarse más a sus hijos y preocuparse por su educación. Pero si hemos organizado un sistema de vida que cuando el padre parte ha­cia el trabajo los hijos duermen y cuando regresa ya están nuevamente acostados ¿cómo pretendemos que los cuiden y que los vigilen? ¿Quizás a través de los aparatitos de radiollamados? Queremos que los padres eduquen a sus hijos, aunque sabemos que para ello sería imprescindible romper la pantalla televisiva, quemar la mayor parte de los publicaciones por pornográficas, por incentivar la violencia y la corrupción de las costumbres y suprimir de paredes, diarios, revistas, al­manaques y medios de comunicación el 90% de la propaganda que en ellos se realiza por pornográfica y degradante. En nuestros medios de comunicación la proporción de los elemen­tos deformativos en superior a la de los formativos.

Tomemos un ejemplo do nuestros días. Las Fuerzas Armadas han asumido el poder de la República. La más numerosa de ellas, el Ejército, emite un comunicado los domingos cuya síntesis publican algunos diarios los días lunes. Al mismo tiempo, miles de mensajes propagandísticos pornográficos y degradantes se le incrustan en la cabeza del niño a través de sus oídos y de sus ojos. ¿Quién puede dudar de lo que pensara ese niño en el futuro?

Se vive viendo la aventura del hombre lunar o los epi­sodios del oeste norteamericano. ¿Por qué no proyectamos para nuestra juventud la aventura del trabajador petrolero y del ovejero que construyen el país soportando ráfagas de viento de decenas de kilómetros por hora en la Patagonia, o de nuestro campesino, minero o gendarme que bajo altas tempera­turas elaboran y custodian nuestras riquezas en el norte, o de nuestros científicos e integrantes de las Fuerzas Armadas que sirven al país y a la humanidad soportando decenas de grados bajo cero en nuestra Antártida.

Si sembramos una buena semilla y al mismo tiempo permitimos que se siembren miles de malezas, no debe sorprendernos hallar luego el campo poblado de plagas, ni debemos buscar sus causas allende nuestras fronteras.

Estimamos que en nuestro país, donde se multiplican los proyectos, los planes y las propuestas, debe aprovecharse esta coyuntura para pensar y proyectar en base a esta dimensión del hombre que posibilitaré a los trabajadores del futuro y a sus familias una vida más justa y más humana.

Todo ciudadano tiene el deber social de trabajar y el derecho de ser protegido por el Estado en el trabajo. Se evitará, con leyes adecuadas y con organismos que así lo ga­ranticen, toda discriminación en cualesquiera de las relaciones que genera el trabajo en razón de credo político o reli­gioso, raza, nacionalidad, edad, sexo. El Estado garantiza­rá al trabajador el derecho a una retribución justa y al goce de condiciones dignas de trabajo mediante leyes que aseguren:

a)  Un salario mínimo, vital y móvil que permita al trabajador -con una sola actividad- lograr el bienestar personal y el de su familia mediante el acceso a la vivienda, salud, educación y vestimenta adecuada, alimentación, descanso y esparcimiento. El salario mínimo será actualizado perió­dicamente de acuerdo a las variaciones reales del costo de la vida y estará exento de embargo, compensación y descuento, con excepción de lo dispuesto por las leyes previsionales. Los salarios serán iguales para ambos sexos.

b)  Se establecerá la jornada máxima de trabajo en ocho horas. En caso de trabajo insalubre, peligroso o nocturno, la jornada máxima deberá fijarse de acuerdo con la naturaleza del mismo. En los casos de envejecimiento prematuro la jornada deberá sufrir una reducción conforme a la real capacidad del trabajador. Entre el cese de una jornada y el comienzo de la siguiente debe mediar una pausa no inferior a catorce horas. Se limitarán las horas extras a los casos indispensables.

c)  El Estado garantizará a los trabajadores el derecho a asociarse para la defensa de sus intereses profesionales, en entidades únicas organizadas democráticamente por gremios.

Dichas asociaciones detentarán la representación gremial, conforme a la reglamentación que se dicte? asegurando el funcionamiento autónomo de las mismas, así como el libre desempeño de sus autoridades y representantes mediante un adecuado régimen de estabilidad en el empleo e inmunidades personales.

d)  Se garantizará a los trabajadores condiciones de higiene y seguridad en los lugares de trabajo, acorde con los adelantos técnicos y científicos en la materia, así como condiciones especiales de trabajo para las mujeres por moti­vos de embarazo, maternidad y cuidado de los hijos, y asistencia médica integral y gratuita para el trabajador y su familia.

e)  Protección en caso de despido mediante leyes que tiendan a estabilizar al trabajador en el empleo. Se asegurará el derecho de todos los habitantes a percibir subsidios y las restantes prestaciones que cubran las contingencias temporarias o permanentes, derivadas de la falta total .o parcial de trabajo, enfermedad o vejez, y las familiares de origen congénito, patológico, accidental o económico social.

f)  Descanso semanal y vacaciones remuneradas (calculadas so­bre la totalidad de los años trabajados y no sobre el tiempo de permanencia en la empresa que las otorga). Las mismas deberán computarse sobre días hábiles.

g)  Promover la elevación cultural, el cuidado de la forma educacional y la aptitud profesional de los trabajadores en establecimientos adecuados y gratuitos, de manera que per mita su orientación hacia todas las ramas del conocimiento

h)  Se garantizará el derecho de huelga, libre discusión y actualización de los convenios colectivos de trabajo en las comisiones paritarias, y que a igual trabajo corresponda igual categoría e igual remuneración.

i) Será necesario promover prioritariamente en todas las localidades y barrios el funcionamiento de las guarderías necesarias y complementarlas con las que deben funcionar en las fábricas, a los efectos de que las madres que trabajan puedan dejar en lugares sanos, con personal idóneo y con posibilidades de proporcionar alimentación adecuada, a sus hijos de corta edad.

j) Será necesario promover en todo el territorio del país la existencia y funcionamiento adecuado de hogares de ancia­nos, que brinden a los mismos la atención necesaria y les permitan continuar, en la medida de sus posibilidades, integrados a la vida social. La mayor parte de estos esta­blecimientos que funcionan hoy en día constituyen verdaderas afrentas al género humano, y en ellos nos es dable observar cómo seres humanos, que han brindado a la comunidad toda su potencialidad, se ven confinados en espera de la muerte en medio de la suciedad, desatención y carencia de los cuidados más elementales.

k) Es necesario asegurar la participación de los trabajadores en la gestión de la empresa a todo nivel. Ello determinará no sólo el mejor funcionamiento de la misma sino la drástica eliminación del mercado negro y de la evasión.

1) Resulta imprescindible restablecer la estabilidad de los empleos y alejar la inseguridad de la familia da los tra­bajadores.

IV - PEQUEÑA Y MEDIANA EMPRESA

Cuando el concepto de "hombre social" reemplace al de "hombre económico", y cuando la sociedad reemplace el objetivo de "lucro" por el de "bienestar general", el concepto ge­nérico de "economía de escala" perderá su razón de ser.

Se reconoce la necesaria existencia de grandes empresas para la producción de algunos insumos indispensables pa­ra el proceso industrial (siderúrgica, química). Pero se rechaza una concepción genérica de economía de escala jerarquizando la pequeña y la mediana empresa como el elemento prin­cipal en la manufactura y en la vida empresaria. Razones de tipo económico, social y de ordenamiento territorial así lo determinan.

Además, es necesario considerar la capacidad de cambio y renovación de la empresa. Al reducir sus costos, la gran empresa puede disponer crecientes fondos para la investigación aplicada y el desarrollo tecnológico. Más la tecnología será empleada en el sentido de mejorar las condiciones de la estructura existente descartando la posibilidad de revisar esa estructura. Por ello, la dimensión de las grandes corpo­raciones suele resultar un factor negativo para el progreso tecnológico del esquema productivo del país. Es necesario combinar los factores de la dimensión y la tecnología. Sus ventajas se han demostrado en el caso de empresas medianas del ramo del papel y textil.

La pequeña y mediana empresa otorga a la moderna economía una alta capacidad de cambio, que sería casi imposible si el contexto resultara dominado por el carácter preponderantemente

inmóvil de las grandes empresas. Las pequeñas y me­dianas empresas también juegan un rol irreemplazable como sector especializado en determinado tipo de producción. Son imprescindibles, y así lo señala la experiencia universal a través de las ventajas que ofrecen para la producción de piezas y partes que utilizarán grandes industrias para su arma­do. Registran niveles de ocupación relativamente superiores frente a la gran empresa que es capital-intensiva. Las pe­queñas y medianas empresas permiten una adecuación minuciosa a las características del desarrollo de cada área y una cap­tación integral de los recursos humanos en todo el territorio del país, constituyendo así un resorte eficaz para detener la migración interna que desangra las provincias. Aquellas ra­dicadas en el interior determinan la dispersión geográfica del poder político que asegura el dinamismo del cuerpo social y preserva la independencia política del Estado; mientras que a su vez las radicadas en las provincias limítrofes argenti­nas constituyen el cimiento de la frontera de civilización que requerimos.

El Estado procurará la asistencia financiera y tecnológica necesaria a las pequeñas y medianas empresas; también propiciará la formación de cooperativas entre las pequeñas y medianas empresas que tengan por objeto la adquisición de materias primas para ellas y la distribución y venta de sus productos.

Asimismo, el Estado procurará asistencia financiera y técnica a los pequeños y medianos productores del campo. Favorecerá el desarrollo del cooperativismo agrario. Fijará  política de precios que beneficie a quienes cultivan las tierras marginales. Asegurará que manos argentinas manejen la producción agrícola-ganadera y la comercialización inte­rior y exterior, a través de organismos cooperativos y oficiales con participación de productores y consumidores de conformidad con lo que determinen las leyes. La residencia en los predios será un elemento que se beneficiará nítidamente en materia fiscal y crediticia.

A los efectos de implementar con creciente justeza las políticas enunciadas para estos sectores, es imprescindible el relevamiento de la pequeña y mediana empresa y de los pe­queños y medianos productores, lo cual permitirá conocer la naturaleza y cantidad de su producción, la mano de obra ocu­pada, el desarrollo tecnológico alcanzado, etc.

Mucho se ha hablado de la "rentabilidad negativa" y de la "rentabilidad positiva" de las empresas, más se hace pre­ciso reglamentar la inversión obligatoria de la rentabilidad positiva, porque sin ello la referencia al problema de la rentabilidad carece de todo sentido.

7 - ESTABILIDAD DE LOS SECTORES MEDIOS

La existencia del poder adquisitivo de los trabajadores y el afianzamiento y desarrollo de la pequeña y mediana empresa de la ciudad y del campo brindarán nuevas posibilidades económicas a los sectores medios generalmente dedicados a la prestación de servicios.

La ley de locaciones que contemple los intereses del locatario y del locador facilitará la existencia de una vivien­da digna en tanto se desarrolle el plan nacional de vivienda; la política fiscal, crediticia y de remuneraciones tenderá a asegurar la radicación de profesionales en las provincias y en las zonas marginales que determine un plan de reordenamiento territorial.

El plan de educación integral estable concluirá con el éxodo permanente de docentes e investigadores que desde hace años azota a nuestro país y le mengua las capacidades forja­das con recursos nacionales.

En materia de impuesto y de tasas de servicios, se beneficiará a la pequeña y mediana propiedad urbana y rural.

Una ley determinará para las empresas de la ciudad y del campo la contratación obligatoria de técnicos y profesionales de conformidad a la cuantía de su producción.    De esta manera, se asegurará técnicamente la responsabilidad social de las empresas, se incrementará el avance tecnológico de las empresas de la ciudad y del campo y se brindará posibilidad cierta y positiva de ocupación a los sectores más especiali­zados del país.    Esta legislación permitirá radicar con retribuciones justas, que no ocasionarán por cierto el quebranto de nadie, a los estudiantes argentinos en su propia patria y dentro de ella derivándolos de funciones burocráticas a — funciones productivas, elevará el nivel tecnológico de la producción en sus diversos aspectos, posibilitando el incremen­to cualitativo y cuantitativo de la producción nacional, asegurará y desarrollará la existencia de las pequeñas y media­nas empresas con su necesaria y beneficiosa incidencia en la demanda de mano de obra y le garantizará la estabilidad que interesa a la sociedad toda al fortalecer su sustento técni­co-productivo y contable.

VI - RESORTES BASICOS DE LA ECONOMIA

"La Argentina no puede ni debe conformarse con una economía del egoísmo. Por el contrario, lo que se requiere es desarrollar una economía al servicio del país y del hombre. No se debe perder la independencia en la toma de decisiones y lograr una economía flexible, capaz de competir internacionalmente. El desarrollo económico debe basarse esencialmen­te en la formación interna del capital y en incrementos sus­tanciales de las exportaciones industriales y agropecuarias. El capital de origen externo podrá contribuir al desarrollo del país en la medida que no afecte e los sectores estratégicos de la economía, ni a los intereses de la Nación."

El objetivo de la actividad económica es lograr el bien estar del pueblo y el desarrollo pleno del hombre y de las fuerzas productivas, así como obtener la independencia económica del país sobre la base del ahorro interno y del trabajo de todos los habitantes de nuestro territorio.

Es preciso incorporar al área social de la economía la propiedad y el control de los resortes claves de nuestra economía. Los monopolios y el privilegio nacional que hoy con­trolan estos sectores básicos acusan al Estado de ser un mal administrador. Si nadie discute al Estado la capacidad de organizar y administrar sus Fuerzas Armadas que hacen a su propia existencia y seguridad, así como la de garantizar las delicadísimas tareas de la salud y educación del pueblo, mal puede cuestionársele la capacidad para administrar una, fábrica o un servicio público. El Estado en sí no es ni buen ni mal administrador, su eficiencia depende de la activa parti­cipación de todos los argentinos para lograr una correcta administración de los bienes nacionalizados.

Los monopolios y la oligarquía, dueños de los sectores más importantes de la actividad económica del país, tienen -buena administración para apropiarse del producto del traba­jo de los argentinos, regular la producción industrial en su beneficio, controlar la explotación y comercialización de las riquezas básicas y condicionar de esa manera el desarrollo económico y social.

Por ello, los defectos de las actuales empresas estatales se superaran con la creciente y activa participación po­pular y no con el traspaso de las mismas al capital extranjero.

Es preciso incrementar el desarrollo de Fabricaciones Militares, Industrias Mecánicas del Estado y de Astilleros y Fábricas Navales del Estado.

Se determinan como sectores claves de la economía que deben pertenecer al área social o, en su defecto, estar bajo el contralor del Estado, los siguientes: siderurgia básica, petroquímica, química pesada, recursos e infraestructura ener­gética, energía nuclear, petróleo, petróleo submarino, gas y carbón mineral, subsuelo minero, medios de transporte terrestres, marítimos, fluviales y aéreos, sistema financiero y de seguros, medios de comunicación, comercio exterior, industria alimenticia, industria automotriz terminal y comercio interior, industria farmacéutica, pesca marítima y reservas forestales.

"El logro de los objetivos nacionales implica la dirección y el control por parte del Estado de los resortes fundamentales que mueven a la economía, en particular en los sec­tores dinámicos y estratégicos de la producción."

El sector agropecuario requiere la realización de la reforma agraria consistente en la expropiación del latifundio y en la asociación cooperativa de los minifundios. El Esta­do debe garantizar la existencia de la pequeña y mediana propiedad agropecuaria.

La modificación sustancial del actual régimen de tenencia de la tierra determinará el incremento de la producción y el desarrollo de la tecnificación y mecanización. La reforma a los sistemas de tenencia de la tierra deberán adecuarse a cada lugar, teniendo en cuenta que las condiciones eco­lógicas, económicas, sociales y humanas varían sustancialmente.

Es imprescindible fijar precios diferenciales de la producción a favor de los cultivos que se realizan en zonas marginales.

Es necesario determinar en las distintas regiones de país la dimensión óptima de la unidad productiva, como resultado del análisis y estudio de los recursos naturales y potenciales. Esta política agropecuaria se deberá complementar con una política que tienda a la preservación de la riqueza pesquera de nuestro extenso litoral marítimo y a la promoción de una actividad pesquera nacional.

VII - INTERIOR

La radicación de la mayor parte de la población en el Gran Buenos Aires, Rosario, Córdoba y en la pampa húmeda con el concomitante despoblamiento del resto del país y, en especial, de importantes y extensas zonas limítrofes, constituyen una realidad que de no modificarse a corto plazo hacen peligrar la existencia misma de la soberanía que la Nación ejerce en la actualidad sobre su territorio.

Por otra parte, las disímiles condiciones de vida material y espiritual de los habitantes de los centros señalados y del interior constituyen una contundente injusticia para quienes en gran medida laboran porciones sustanciales de la riqueza nacional.

En consecuencia, por razones de existencia, de seguri­dad nacional y de justicia resulta hoy imperioso y apremian­te que todas las políticas nacionales contemplen el reordenamiento territorial y demográfico de nuestro país. Para ello deberá encararse: "el desarrollo regional a través del sistema de polos o áreas de desarrollo; el problema de los espa­cios vacíos, zonas de frontera y su integración, el problema de la zona comprendida entre Santa Fe y La Plata que convierte en satélites coloniales a las provincias; el problema del uso del suelo rural y urbano."

Deben mantenerse los polos nacionales de desarrollo seleccionados:

. Salta-Jujuy-Güemes-San Pedro

. Corrientes-Resistencia

. Posadas-Oberá-Santo Tomé

. Zapala-Neuquén-Alto Valle del Río Negro

. Puerto Madryn-Sierra Grande-Trelew-Rawson

. Río Gallegos - Río Turbio

"La inversión pública se concentrará en estos polos a los efectos de alentar la localización de nuevas actividades y cubrir la demanda creciente. Además de dotarlos de infra­estructura, el Estado nacional localizará preferentemente en ellos sus inversiones privadas cuya ubicación debe determinar.”

Al mismo tiempo, en todo el interior deberá tenderse a:

1) Desarrollo de fuentes de trabajo que tengan por base fun­damental la industrialización de los productos regionales

2) Desarrollo de vías de comunicación que conecten entre sí los distintas regiones del interior;

3) Construcción de hospitales, dispensarios y realización de campañas para erradicar las enfermedades endémicas existentes en diversas zonas del país. Organización de equi­pos móviles de sanidad;

4) Provisión de agua potable, luz, servicios sanitarios y viviendas adecuadas para una vida digna;

5) Construcción de escuelas y colegios, con vivienda para los estudiantes que residan en zonas alejadas;

6) Construcción de centros deportivos, recreativos y de turismo; organización de bibliotecas y centros culturales en las poblaciones del interior;

7) Organización de actividades culturales y deportivas de jerarquía en el interior;

8) Verificación estricta del cumplimiento de las condiciones de trabajo establecidas por las leyes y del funcionamien­to de los organismos de obras sociales existentes, en las ciudades y pueblos del interior y en el campo;

9) Traslado gradual de las industrias al lugar de origen de las materias primas que insumen, sujeto al plan de reordenamiento territorial.

VIII - PARTICIPACION POPULAR

"La sociedad moderna, es una sociedad fuertemente participativa. La participación es el fundamento socio-político- clave."

"La Libertad no es un hecho preexistente que hay que proteger: es una facultad que hay que conquistar a través de una participación activa y creadora en todos los niveles de la organización social."

"Todo régimen democrático que quiera asegurar su perma­nencia debe aceptar al pueblo real como motor y al hombre comprometido como fin de toda acción política."

"El ciudadano es un concepto creado por la ciencia política, que tiene como exigencia la protección por parte del estado de sus libertades. El hombre real, al contrario, espera la liberación, es decir, una organización de las relaciones sociales que le permita gozar de una libertad que aún no tiene. Es decir, que una democracia fundada sobre un pueblo d ciudadanos no busca más que asegurarle al gobierno de la sociedad existente, mientras que una democracia de hombres reales no podrá agotar su razón de existir más que en la creación d nuevo universo."

La irrupción masiva del hombre real en la vida política de los estados determina la evolución del concepto de democracia política en democracia social.

Ningún hecho trascendente externo o interno puede producirse sin la participación popular, como lo demuestra la historia de todas las naciones del mundo y la de nuestro propio país. En consecuencia, no sólo es preciso aceptar la participación en todos los niveles y aspectos de la vida social, si no que resulta imperioso promoverla, a los efectos de que, canalizada orgánicamente con el aporte de la capacidad creadora y realizadora del pueblo, se logren las metas de un proyecto nacional que satisfaga sus necesidades y colme sus aspiraciones, tanto materiales como morales.

Las formas de la participación pueden ser clásicas o nuevas, pero ello no es lo decisivo; lo definitorio es la participación para poder alcanzar cualquier objetivo trascendente en la vida de la Nación.

Es preciso comprender que para ser gobierno y producir actos de gobierno, la participación constituye el requisito indispensable.   Es dable debatir formas de participación, más no ella en sí.

IX - PUEBLO Y FUERZAS ARMADAS

Sobre este particular, la visión y acción integradora de Domingo Faustino Sarmiento que creara el Colegio Militar de la Nación y la Escuela Naval, sufrió un profundo deterioro con el transcurso del tiempo hasta arribarse a la situación actual, en donde los gobiernos permanecieron ajenos a un interés superador tendiente a perfeccionar y desarrollar nuestras instituciones armadas.

En general, el gobierno civil demandó el atributo constitucional de Comandante en Jefe de las Fuerzas de Tierra, Mar y Aire para evitar que éstas alterasen o tuvieran injerencia en sus planes políticos, pero no se recurrió a esta prerrogativa para preocuparse por su perfeccionamiento, su reestruc­turación, su idoneidad y su eficacia.

Se votaron créditos para equipamientos de las diversas fuerzas, con la intención de superar problemas o planteamientos, pero jamás se tuvo la altura ni la visión de planificar su adecuación y reestructuración a los efectos de que las mismas fuesen aptas ante los requisitos contemporáneos de sus funciones en tiempo de paz y en tiempo de guerra.

De esta forma se fue creando un desarrollo en departa­mentos estancos entre las instituciones civiles y militares; la antigua confraternidad que hacía, por ejemplo, de la celebración del Día del Reservista una auténtica fiesta popular, donde jóvenes y ancianos desfilaban orgullosos con sus birretes, fue dando paso a un permanente reclamo de las instituciones civiles de que las Fuerzas Armadas no comprendían problemas reales de gobierno, y la aseveración por parte de los integrantes de éstas de que las instituciones civiles no comprendían ni solucionaban las necesidades imperiosas de las armas.

Las oportunidades en que esta brecha fue zanjada se debió a la necesidad de solucionar situaciones coyunturales carentes de trascendencia integradora.

A pesar de esta realidad, y a través del tiempo, han surgido voces integradoras por parte de hombres a quienes la reflexión acerca del problema integral de la defensa nacional les posibilitó elaborar certeros conceptos globales sobre la necesaria e imprescindible integración nacional. Así, el General de la Nación Don Enrique Mosconi, numen de Yacimientos Petrolíferos Fiscales y padre de la Aviación Militar, escri­bió: "No pueden ni deben existir divergencias ni discordancias entre la juventud estudiosa y el Ejército de la Nación. Debemos sí discutir y resolver los problemas reales que la vida moderna pone en nuestras manos, y debemos hacerlo sin prejuicios, con claridad en la mente, con generosidad en el corazón, adaptando lo que como posible nos sugiera la experiencia ajena y guiándonos por el principio cardinal de sa­tisfacer los intereses supremos y permanentes de la Nación. En nuestra República -dice- no tiene significado el voca­blo "militarismo" como no lo tiene el de "armamentismo". Esto podría demostrarse fácilmente si no escapara a la brevedad de estas líneas. Basta sólo decir que al propender al intercambio de profesores universitarios y militares no se pretende llevar el espíritu que pueda animar a éstos a los centros de cultura ajenos a su medio. Únicamente se busca establecer un conocimiento recíproco. Manteniendo alejados de toda otra manifestación que no sean las que se derivan de su profesión a los jefes y oficiales de nuestras Fuerzas Ar­madas, se fomenta el militarismo que los militares no desean. Lo lógico sería auspiciar su conjunción con ese otro ejérci­to de paz y de progreso que ha de propender directamente al engrandecimiento moral y material de nuestro país." (1927)

Qué diferente quizás sería nuestra realidad en este aspecto de haberse escuchado las palabras del prestigioso General.

La integración de pueblo y Fuerzas Armadas en los orí­genes de nuestra existencia como Nación posibilitó la gesta de la independencia nacional, posibilitó el rechazo de las invasiones inglesas, la gesta de Carmen de Patagones y de tantas otras.

Posteriormente, quienes en el país lograron incorporar al pueblo y a los integrantes de las Fuerzas Armadas al que­hacer nacional, realizaron gobiernos trascendentes, con los cuales se puede consentir o disentir, pero cuya trascendencia resulta imposible negar: Rosas, Roca, Yrigoyen y Perón.

En el país se ha transitado en demasía por el camino de la disidencia que abona la desintegración y fortalece a los enemigos de la Nación. Es necesario e imperioso transitar el camino de la Unidad Nacional; parafraseando al Vicealmirante Segundo Storni, afirmamos que ha llegado la hora de bajar la planchada en salvaguardia de la existencia e independencia de nuestra patria.

Con mucha anterioridad al 24 de marzo de 1976, nosotros demandamos en forma concreta la participación de las Fuerzas Armadas conjuntamente con los demás sectores de la vida na­cional en la estructuración y ejecución de un programa nacional. Hoy padecemos las consecuencias de nuestra desintegra­ción.

Reafirmamos una vez más la imperiosa necesidad de ayer, hoy y mañana de defender y fortificar la unidad de las Fuer­zas Armadas, como la de las otras organizaciones que hacen a la vida nacional: fuerzas políticas, sindicales, empresaria­les, cooperativas, profesionales, religiosas, estudiantiles, etc.

Ante este planteo se nos suele preguntar: ¿Si todas estas fuerzas son positivas, quiénes son las fuerzas negativas? En defensa de los intereses de la Nación no vacilamos en responder que las negativas son aquellos intereses que trabajan por la desunión y por la desintegración de esas fuerzas y en el sabotaje permanente del diálogo entre las mismas. En nuestro país la desintegración de las partes no apuntala la integración del todo, la desintegración de las partes desintegrará irremediablemente al todo.

X - SEGURIDAD NACIONAL

La palabra seguridad es una de las más reiteradas en nuestros días sin explicitarse siempre que la seguridad es un medio y no un fin. Además, la seguridad de una Nación, o seguridad nacional, es un atributo de la Nación y constituye un elemento importante pero accesorio del principal, que es la Nación misma.

Una nación con sus elementos integrantes organizados y encaminados hacia objetivos comunes irradia seguridad; una nación con sus partes desintegradas y sin objetivos comunes irradia inseguridad. Un país con su territorio despoblado, con sus fronteras deshabitadas, con sus costas desguareci­das, con su mar territorial no explotado y débilmente controlado, con alto nivel de deserción escolar, sin un plan nacional de salud, con una reducida capacidad adquisitiva por parte de los trabajadores, sin una política de afianzamiento y desarrollo de la pequeña y mediana empresa de la ciudad y del campo, sin precios remunerativos para los productores de las zonas alejadas del centro de la pampa húmeda, sin fuertes or­ganizaciones sindicales, sin estabilidad para los sectores medios, sin protección para los ancianos,sin independencia en sus actividades económicas básicas, sin un auspicio del desarrollo del cooperativismo; a pesar de que se incrementen los denominados organismos de seguridad, no puede en forma estable y trascendente gozar de seguridad nacional.

Un barco profundamente afectado en sus estructuras, aunque esté dotado de los más modernos elementos de salvataje, carece de seguridad, porque éstos no pueden otorgarle algo de lo cual él carece. A lo sumo estos elementos pueden brindar determinada seguridad a los tripulantes que puedan disponer de ellos, pero no al barco.   Y lo que interesa es la seguridad de la embarcación, para lo cual es imprescindible realizarle las reparaciones estructurales necesarias.

Con nuestro país sucede lo mismo: si no otorgamos salud, educación, vivienda, y ponemos en marcha un plan nacional que posibilite mayor bienestar para las mayorías nacionales, todo lo cual merezca en consecuencia su consenso y su participación activa, será imposible generar una seguridad nacional integral y estable.

La seguridad nacional es patrimonio de todos, pero para lograr una activa participación de todos en esta seguridad nacional, es preciso convencer con hechos de que se asegura sa­lud, vivienda, poder adquisitivo y bienestar.

Esta seguridad nacional es la suma de la seguridad y defensa de los derechos de cada uno.

XI - PLANEAMIENTO

Definidos objetivos políticos, sociales y económicos han de determinar el contenido y la orientación del planeamiento nacional. La planificación nacional tendrá por objetivo delinear un Estado al servicio de la mujer y el hombre argenti­no transformándose en una palanca decisiva para alcanzar el bienestar, la libertad e independencia nacional.

Este planeamiento debe abarcar proposiciones concretas en lo económico, político, social y cultural, respetando y asumiendo en cada caso la experiencia histórica del pueblo ar­gentino para conjugarla con las necesidades e intereses de la realidad de hoy.

El planeamiento se realizará con la participación de todos los sectores populares representativos de los diversos grupos de intereses, que contribuirán en forma realista y concreta a alcanzar las metas relativas a la integración nacional,

"De esta manera se conformará un plan imperativo para el Estado y sus empresas, e indicativo para la actividad pri­vada. El plan será el producto de la participación directa o indirecta de todos los sectores de la comunidad nacional interesados en su cumplimiento."

El planeamiento ha de permitir el aprovechamiento de la capacidad creadora y realizadora de los integrantes de las mayorías nacionales, la explotación plena y racional de los re­cursos nacionales y la protección del medio ambiente persiguiendo como objetivos centrales la satisfacción de las nece­sidades materiales y morales de las mujeres y hombres de nuestra patria.

Las organizaciones de trabajadores y empresariales de la ciudad y del campo, los partidos políticos y las Fuerzas Armadas, deberán tener participación directa en la proyección y realización del planeamiento económico; esta participación deberá operarse a todo nivel.

Desde este punto de vista, la concreción del Ministerio Nacional de Planeamiento constituye lo posibilidad institucional de un más cabal ejercicio de la soberanía por parte del Estado.

XII - POLITICA EXTERIOR

Deberá sustentarse una política internacional basada en las tradiciones de la República que reconocen como eje la igualdad jurídica de las naciones, el derecho a la autodeterminación de los pueblos, la no intervención y los intereses del pueblo argentino.

La política internacional ha de ser independiente de cualquier tutela, solidaria con todos los pueblos latinoamericanos y de apoyo a los que luchan por su emancipación nacional. Nuestra política internacional ha de orientarse hacia la defensa integral de la soberanía nacional en todo nuestro te­rritorio y especialmente en la Antártida Argentina, las Islas Malvinas y sus islas dependientes.

Nuestra política internacional ha de respetar el pluralismo ideológico que permita a nivel regional, continental y universal la búsqueda de fórmulas de convivencia respetuosas de la autodeterminación de los pueblos para construir su pro­pio modelo político, económico y social, mientras no implique agresión' a otros pueblos o intervención en sus asuntos inter­nos.

Las relaciones exteriores de América latina desde un comienzo han sido determinadas en su mayor parte por los aconte­cimientos en los centros industriales. Por consiguiente, existe un interés vital por parte de los países latinoamericanos en desarrollar alternativas a la estructura hegemónica vigen­te en sus relaciones exteriores, políticas, económicas y cul­turales.

Una de los reacciones de nuestro subcontinente ha consistido en la creación e intensificación de mecanismos regio­nales de coordinación así como la estimulación del proceso de integración intrarregional; proceso que además ha demostrado ser necesario para el desarrollo económico y social de Améri­ca latina.

"El proceso de integración bien entendido se presenta como una necesidad imperiosa para América latina. Resulta oportuna destacar su carácter pluridimensional. La integración en efecto, no es un proceso exclusivamente económico; se pre­senta, más bien, con amplias dimensiones que abrazan al hombre totalmente considerado: social, político, cultural, reli­gioso, racial."

La integración latinoamericana no sólo ha de fundarse en los lazos históricos y culturales que unen a las naciones hermanas, sino también en la conciencia de un destino común. Ha de promoverse la creación de un organismo internacional latinoamericano que fortalezca la presencia de nuestras naciones en la comunidad internacional.

Los países del subcontinente han tomado cada vez mayor conciencia de la importancia trascendental de un frente común de los países en vía de desarrollo ante el bloque de los paí­ses altamente industrializados. Es decir. América latina tu reaccionado frente a las relaciones hegemónicas integrándose e identificándose en grado cada vez mayor con el grupo de países no alineados.

Será necesario diversificar las relaciones con los paí­ses industrializados, inclusive con los del llamado bloque o-riental.

La República ha de tener una activa participación en el movimiento de los países no alineados.

La política internacional debe defender enérgicamente la tesis de los imprescindibles acuerdos para la utilización de los ríos internacionales con fines industriales y agríco­las. La utilización unilateral de los ríos que desembocan en la Cuenca del Plata no sólo alterará sus caudales sino que, realizada fuera de todo contralor internacional, significará la polución masiva de les aguas de los ríos de la cuenca y éstas constituyen la única fuente de abastecimiento para la bebida y para las industrias de las grandes ciudades del li toral argentino, incluyendo el Gran Buenos Aires y el Gran Rosario (doce millones de habitantes).

Finalmente, la importancia que el mar adquiere como área estratégica, vía de comunicación y como fuente de recur­sos económicos, hace necesaria la promoción de acuerdos en­tre los estados ribereños del Atlántico Sur para preservarlo del libertinaje expoliador de las grandes potencias marítimas con consecuencias negativas en cuanto a la explotación de recursos en escala depredatoria, depósito de desechos, ruptura del equilibrio biológico, contaminación y perturbación ecológicas. Deberá promoverse la investigación y el relevamiento de zonas con interés comercial y estratégico para su defensa.

XIII - DERECHOS HUMANOS

Nuestro país ha ratificado con decretos-leyes la Declaración Universal de los Derechos del Hombre aprobada y proclamada por la  Asamblea General de las Naciones Unidas el 10 de diciembre de 1948.

No obstante plantear el necesario respeto de los dere­chos humanos en base a estas ratificaciones, resulta en la práctica empequeñecer y restar trascendencia al concepto contemporáneo de los derechos humanos, cuyo detalle podemos reemplazar por la síntesis de sus fundamentos: el respeto del hombre por el hombre.

Este respeto hacia otros hombres involucra el respeto del hombre por sí mismo y por la organización social cuya justificación se basa en la garantía que otorga a sus integran­tes y en la promoción de un mayor bienestar hacia todos. Es innegable que a pesar de las terribles violaciones que sufren los derechos humanos a diario en diversos puntos del mundo, existe en la humanidad cada día una mayor conciencia de la imperiosa necesidad de respetar los derechos humanos.

"En nuestro tiempo, la Iglesia ha adquirido una conciencia más profunda de esta verdad; de ahí que crea firmemente que la promoción de los Derechos Humanos es una exigencia del Evangelio y debe ocupar un lugar central en su Ministerio."

Los derechos humanos, que involucran otros muchos además del de la vida y de la integridad física, no rigen únicamente para los hombres "buenos". La vigencia de los derechos huma­nos hace a la calidad de los hombres y de sus sistemas socia­les; por ello, su violación no sólo daña y hace padecer a quien la sufre sino que altera y corroe al hombre y al sistema que produce esta violación. Nada trascendente puede alcanzarse en el camino de las naciones sin el respeto de los derechos humanos, porque nada trascendente puede hacerse que no tenga por objetivo el incremento del bienestar general para acercar se al ideal de justicia que es la satisfacción de las necesi­dades del hombre contemporáneo. Desconociendo el valor del hombre resulta imposible en consecuencia transitar por el ca­mino trascendente de la construcción estable e irreversible de un futuro mejor para un pueblo.

"La justicia es una condición para la paz, y ésta a su vez un requisito para el progreso. De allí que la justicia y la paz estén tan vinculadas entre sí. El proyecto nacional debe delinear un Estado al servicio del hombre argentino. Todo debe hacerse para servir al hombre."

En consecuencia, es necesaria la sistematización de to­da actividad de seguridad dentro de las prescripciones de las leyes y a través de los órganos competentes del Estado.

Es necesario el conocimiento de las nóminas de los detenidos y de la situación jurídica en que ellos se encuentran.

Es preciso comprender que a la inseguridad se la debe contrarrestar con la seguridad y que ésta debe abarcar no sólo los bienes y la vida sino también la tranquilidad del espíritu de los habitantes de nuestra patria.

La conciencia más viva de la dignidad humana ha hecho que surja el propósito de establecer un orden político-jurídico que proteja mejor en la vida pública el derecho de las personas, como son el derecho de libre reunión, de libre asociación y de expresar las propias opiniones.

Nada puede hacerse en nombre de los hombres si no se respeta a todos los hombres.

XIV - FUTURO INSTITUCIONAL

Toda estructuración institucional que no constituya la expresión de la coincidencia de la inmensa mayoría de los argentinos sobre el futuro de nuestra patria ha de resultar ineficaz. Será como un muñeco sin esqueleto, sin músculos, sin corazón y sin cerebro: se desplomará de inmediato.

Reiteramos nuestra opinión: es urgente dialogar y coincidir en criterios para orientar una política y no intentar una institucionalización. Esto es lo que corresponde hacer a un nivel operativo concreto.

La organización institucional futura deberá hacerse por funciones y territorios, y en diferentes niveles político administrativos desde la base a la cúspide.

Pensamos que en cada unidad político-administrativa de la república, pueblo, ciudad, provincia y nación, el gobier­no de las mismas debe estar ejercido por cuerpos legislati­vos integrados en su mayoría por miembros elegidos por sufragio universal, pero también integrados por miembros designa­dos por las organizaciones que desarrollan las funciones si­guientes: sanitarias, educacionales y culturales,sindicales,empresariales—sociales,empresariales—privadas, agropecua­rias, profesionales, Fuerzas Armadas y seguridad, y religio­sas).

El Poder Judicial será independiente y en su integración participará el pueblo a través del sufragio.

Se instrumentarán los mecanismos de control y coordinación entre los tres poderes, como asimismo los de revocación de mandatos para los integrantes del Poder Legislativo por parte de sus representados.

Una coherencia acerca de la necesidad de asegurar y promover la participación determina que no se debe perseguir únicamente el aseguramiento de estas pautas en la organización del Estado y en sus múltiples actividades, sino también den­tro de las organizaciones políticas, sindicales y empresarias. Ellas deberán tener una organización que permita realmente el ejercicio de la participación.  Esto significa que deben garantizar la libre expresión de sus miembros y el respeto a las minorías.

Para asegurar que las organizaciones populares conten­gan el germen de una nueva sociedad activamente participacionista, las relaciones de poder o jefatura que dentro de ella se generen deben ser también democráticas en la manera de elegir los dirigentes u órganos de dirección o administración, evitando que dentro de ellas se generen poderes minoritarios que produzcan las relaciones que han caracterizado las estructuras nacionales, que han fracasado por carencia de representatividad efectiva de los diversos sectores reales que inte­gran la vida nacional.

Para la concreción de instituciones que posibiliten y promuevan la activa participación de las mayorías nacionales, es preciso coincidir en el reconocimiento de la potencialidad creadora del hombre, ya que ésta constituye el fundamento di la participación y permite la visualización de por qué esa participación es históricamente indispensable.

Es preciso reconocer los valores da cada mujer y hombre integrantes de nuestro pueblo y no caer en el falso dilema masa-elite.

"Si algo caracteriza nuestra época es justamente la irrupción de las masas en el escenario de la vida política. Suele decirse que tales masas son conformistas, que en ello reside su naturaleza degradada y que con dicho acatamiento des­garran o pierden su condición de personas; pero se deja prudentemente en la sombra el hecho de que el conformismo que se achaca a dichas masas es, en todo caso, el cambio de un conformismo hacia lo tradicionalmente establecido, que antes no molestaba a las élites, por un conformismo hacia un interés concreto por lo común dirigido a ensanchar o, cuando menos, alterar aquellos usos tradicionales."

El respeto por el hombre argentino, el reconocimiento de su capacidad constituyen bases esenciales para la solidifica­ción de un frente interno indispensable para afianzar la li­bertad, el bienestar y la independencia Nacional.

"Es preciso distinguir el barullo de la construcción del estrépito de la catástrofe. El barullo de la Argentina actual nos sobresalta y a veces nos angustia: hay ruidos siniestros, aterradores. Pero también pueden percibirse aquellos macizos irregulares fragores procedentes dé una sólida construcción que sigue afirmando."

A lo largo de este borrador -que por ser tal, él y las mentes de quienes lo confeccionaron están abiertas a sugerencias, modificaciones y réplicas- aparecen diversos párrafos entrecomillados cuya autoría es individualizada solamente cuando sus redactores no existen más entre nosotros. El resto pertenece a personas civiles, militares y religiosas cuya ci­ta no implica la aseveración de nuestra total coincidencia con la totalidad de su pensamiento, mucho menos por cierto su co­incidencia con la totalidad del nuestro. Su cita es demostrativa de un nivel de pensamiento coincidente, existente entre los diversos sectores de los hombres que viven nuestro tiempo presente y sobre esas coincidencias es preciso construir el diálogo argentino que permita emerger de la actual situación. Los argentinos hemos adquirido la madurez necesaria para rechazar.

la implantación mecánica de experiencias extranjeras y también para pretender una total originalidad. "Convocamos a los argentinos que no quieren ver morir a la Argentina. ¡Qué bien marcharán las cosas cuando los argentinos crean en la Argentina!" Debemos reconocer todos que no siempre hemos actua­do como hombres de pensamiento y mucho menos hemos pensado como hombres de acción.

Quizás cumpliremos de esta manera el anhelo de aquel gran patriota, de acción y de pensamiento, que expresara: "Debemos discutir y resolver los problemas reales que la vida moderna pone en nuestras manos, y debemos hacerlo sin prejuicios, con claridad en la mente, con generosidad en el corazón, adaptando lo que como posible nos sugiera la experiencia ajena, y guiándonos por el principio cardinal de satisfacer los intereses supremos y permanentes de la Nación."

En síntesis, proponemos pautas de vida que pensamos se ajustan a las necesidades y aspiraciones de los integrantes de nuestro pueblo. Proponemos una organización institucional futura que institucionalice la participación de quienes realizan las actividades esenciales de la nación, la participación de los factores reales de poder a los efectos de arribar a una organización institucional que sea estructura real de la necesaria e imprescindible unidad nocional, para que los argentinos podamos afrontar confiados el asedio que indefectible mente hemos de sufrir en un futuro cercano, destinado a apro­piarse de nuestras reservas de materias primas y de nuestra -capacidad productora de proteínas.

Pretendemos un planteo de hoy para asegurar nuestra existencia del mañana.

Por último, a través de todas las pautas, clamamos por el urgente e imprescindible reordenamiento del territorio na­cional.   No discutimos la bondad de nuevas avenidas en la ciudad de Buenos Aires, pero afirmamos sin vacilar que no es po­sible emplear una sola bolsa de cemento más en nuestra desproporcionada cabeza y que resulta imprescindible pavimentar por ejemplo la Ruta 40 y comunicar nuestro noreste con nuestro noroeste; no discutimos las bondades de la electrificación ferroviaria Buenos Aires-La Plata, pero afirmamos sin vacilar que todos los fondos que se inviertan en ferrocarril deben destinarse prioritariamente a la construcción del Ferrocarril Central Patagónico.    Debemos frenar con urgencia la erosión de nuestras mejores tierras y multiplicar nuestra producción agropecuaria, pero para ello la política agropecuaria la debe estructurar la Nación y no los representantes de los grandes invernadores y de los monopolios que comercializan nuestros granos.    Debemos estructurar una política nuclear autónoma.

Los argentinos debemos sumergir nuestros rostros en las frías aguas de nuestros ríos y descubrir nuestras cabezas para que las despeje el fresco y puro aire del amanecer, debe­mos olvidar para siempre la vieja nostalgia del pasado de un país y de un mundo que ya no existe, debemos afrontar el presente para construir un futuro comprendiendo definitivamente que la salud constituye un derecho inalienable de la persona humana y una formidable palanca del desarrollo nacional, que la educación constituye un derecho inalienable de la persona y también una formidable palanca del desarrollo. Entonces, es preciso comprender definitivamente que cuando se reclama un sistema integrado de salud gratuito y obligatorio, que cuando se reclama un acceso libre a los diversos niveles de la enseñanza y expresiones de la cultura, no se está realizando una actividad demagógica sino que se está reclamando la existencia de requisitos imprescindibles para la construcción de un futuro, cuando se discrepa con las reformas de la Ley de Contrato de Trabajo que restringen los derechos de la mu­jer y elimina facilidades para la maternidad, no se está practicando una barata demagogia sino que se exterioriza una concepción que proyecta la integración plena de la mujer a las actividades de toda índole con un basamento de justicia en el reconocimiento de sus derechos y con un basamento en la concepción nacional que exige la duplicación de la capacidad creadora y realizadora del pueblo que se obtendrá con la incorporación plena de esa mitad de la población postergada, reducida en sus posibilidades, limitada en sus realizaciones que es la mujer argentina.    Sacarla del rol auxiliar al cual la confinan concepciones anacrónicas y lanzarla al rol protagónico en absoluto pié de igualdad con el hombre, no consti­tuye un feminismo de principios de siglo sino que es la exteriorización de una concepción de la persona humana y la res­puesta a la realidad y a la necesidad de la Nación Argentina.

Canalizar e incrementar la participación juvenil, llo­rar la muerte de todos los jóvenes, absolutamente de todos, no es una actitud muchachista, no es una actitud de un idea­lismo utópico sino que es una actitud que se conjuga con el destino futuro de la Nación cuyos artífices no podrán ser otros que nuestros hijos.

Concebir un desarrollo de nuestra patria, condenando la corrupción, la droga, el terror y la pornografía de las sociedades desarrolladas; conciliar la justicia social y la libertad y volver accesibles las más grandes obras del pensamiento universal a nuestras mujeres y hombres, constituyen los grandes problemas políticos de la hora actual.

Reorganizar nuestra vida, reorganizar nuestro territo­rio, reorganizar nuestros asentamientos demográficos, defen­der nuestra calidad de vida, defender la higiene mental que se encuentra triturada en nuestras ciudades, es un imperativo para quienes piensan que debemos asegurar un futuro seguro, digno y libre a la Nación Argentina.

Los argentinos debemos tener ambición nacional pero esa ambición nacional no puede estructurarse tras fórmulas huecas de Argentina granero del mundo o Argentina potencia; sólo puede estructurarse tras una Argentina libre e independiente que asegure libertad y bienestar a todos sus habitantes y que re­corra el futuro de su historia en actitud solidaria con todos los pueblos del mundo.

Pensamos que expresar coincidencias e incluso delimitar disidencias, constituye un aporte a nuestra anhelada unidad nacional; por ello suscribimos el presente borrador de pautas para un plan nacional en representación de todos los argenti­nos que lo sugirieron y lo confeccionaron, sin el manejo de computadoras, de institutos, de recursos, simplemente dialogando con los integrantes del pueblo que constituye el único ejecutor válido de un plan nacional. Argentinicemos nuestras mentes y nuestra Argentina.   

Guillermo Estévez Boero.

Buenos Aires, 25 de mayo de 1977.


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