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Ante el acuerdo con Chile

El PARTIDO SOCIALISTA POPULAR entiende que el contenido del acuerdo alcan­zado a través de la mediación papal con la República hermana de Chile, sobre la cuestión de límites del Canal de Beagle, está determinado por la realidad política interna y externa por la que atraviesa la Nación.

En este sentido nuestro Partido lo acepta, al igual que se acepta la muerte de un ser querido para seguir viviendo. Profundamente comprometido con el ser nacional, asumimos nuestra responsabilidad y le decimos Si a la realidad, porque los socialistas sabemos que pa­ra modificar una realidad es necesario partir de ella.

El PARTIDO SOCIALISTA POPULAR considera justo reconocer que la mediación pa­pal evitó el derramamiento de sangre entre pueblos hermanos y fundamentalmente de la juventud de Argentina y Chile, que han derramado ya tanta sangre en vano.

El PARTIDO SOCIALISTA POPULAR sostiene la imperiosa necesidad de que, cuando el Congreso de la Nación en ejercicio de sus atribuciones constitucionales proceda a tratar el presente preacuerdo, determine que la firma definitiva del mismo se formalice con las autoridades de Chile electas democráticamente. Estimamos que el chacal del Pacífico, que día a día cobra nuevas vidas de trabajadores y jóvenes chilenos, no está investido de la au­toridad moral ni institucional necesaria para suscribir un acto de esta magnitud.

El PARTIDO SOCIALISTA POPULAR cree necesario que el Congreso restrinja en for­ma absoluta las posibilidades de que se otorguen concesiones a empresas extranjeras en las tierras y en el fondo del mar dirimido por el presente tratado. No quisiéramos que aparecie­se en los hechos y a través de concesiones, básicamente en la boca oriental del Estrecho de Magallanes, la vinculación de este problema con el Fondo Monetario Internacional y con la deuda externa.

El Beagle y Las Malvinas, no deben integrar el paquete que se discute con la usura in­ternacional. El Estado Nacional cuenta con empresas absolutamente aptas para extraer nuestras riquezas y ponerlas al servicio de nuestro pueblo. El PARTIDO SOCIALISTA PO­PULAR entiende que el Congreso de la Nación debe modificar sustancialmente el mecanis­mo de arbitraje previsto en el acuerdo. Es inadmisible otorgar el carácter de árbitro supremo a Suiza, que es la sede de la usura internacional. Si esto resulta inaceptable para cualquier país del Tercer Mundo, con mayor razón para Argentina, que tiene intereses vitales contra­dictorios con la usura internacional. Además Suiza desde Malvinas, ejerce la representación de los intereses británicos, exteriorizando su vinculación con el país colonialista que es el principal enemigo de nuestra soberanía en los mares del sur.

También el PARTIDO SOCIALISTA POPULAR cree necesario que el Congreso sancio­ne la Ley que determine los casos y las formas en que puedan realizarse nuevas consultas. Este mecanismo cuenta con la adhesión del Socialismo, que sustenta otras formas de demo­cracia directa, como el plebiscito, referendum, la revocatoria de mandato, pero es necesa­rio que el mismo esté reglamentado por la ley a los efectos de sumarse al juego armónico de los tres poderes evitándose de este modo que por iniciativa unilateral de uno de ellos se interfieran las atribuciones de los restantes.

El PARTIDO SOCIALISTA POPULAR no comparte el facilismo superficial con que esta nueva mutilación del territorio nacional es presentada al pueblo argentino. El PARTIDO SOCIALISTA POPULAR piensa que este acuerdo debe inscribirse conjuntamente con la construcción de la Represa de Itaipú, con el emplazamiento de la Represa de Yaciretá y con el desenlace lamentable de la guerra de Malvinas como una derrota de un país extremada­mente debilitado económica y espiritualmente a través de un esquema dependiente que lo agobia, que adquiriera su más cruda expresión durante el último gobierno de facto y que hasta el presente no ha sido revertido.

El PARTIDO SOCIALISTA POPULAR cree su deber expresar a todos los integrantes de la Nación Argentina como lo efectuara en la anterior campaña electoral, su profunda y fundada preocupación por el destino independiente de nuestra Nación y por la vida mate­rial y espiritual de nuestro pueblo.

Si continuamos transitando el camino de meras tácticas electorales y no revertimos en forma mancomunada la realidad moral y material de nuestro país, en corto tiempo nos ve­remos enfrentados a la aceptación de bases armadas extranjeras en nuestro territorio de Malvinas y a una solución tipo Hong-Kong, a la concesión a los monopolios internaciona­les de la riqueza de la tierra y el fondo del mar, por los cuales hemos afrontado intermina­bles litigios con el pueblo de Chile, y a la suscripción de los tratados de Tlatelolco de No Proliferación Nuclear. Es decir, a una declinación constante de nuestra Soberanía Nacio­nal. Si los argentinos no revertimos en profundidad el manejo dependiente de nuestras mentes y de nuestro patrimonio, enfrentaremos prontamente mayores y más graves mutila­ciones territoriales, en la Patagonia, en el Noroeste y en el Noreste. Esto no se deberá a la malignidad de nuestros vecinos sino a nuestra incapacidad para ocupar lo nuestro.

El país vive el vaciamiento de su sentido de la nacionalidad, sin percibir que es inconce­bible la existencia de un estado independiente que no se halle basado sobre un fuerte sen­timiento nacional. La dependencia cultural que padece la Nación incrementada en los úl­timos años y mantenida en la actualidad, determina una desconfianza y un menosprecio a todo lo que tenga una definición nacional; si se une a esta, la desconfianza y el menospre­cio que en el próximo pasado se tuvo de la juventud, se configura un país con descon­fianza y menosprecio en su esencia y en su futuro.

Esta realidad determina la incertidumbre que en todos los aspectos vive el país y cubre de intrascendencia los hechos trascendentes y de trascendencia las realidades intrascenden­tes. Esta realidad se hace necesario modificarla sustancial y urgentemente porque el país está en la senda de su real desintegración, desintegración material que es el reflejo de su de­sintegración espiritual.

Vivimos la ausencia de un proyecto nacional que aúne los esfuerzos de la Nación Ar­gentina y una interminable negociación con la usura internacional, de la cual hasta el presen­te no hemos obtenido ni obtendremos rédito alguno.

Resulta hoy impostergable la convocatoria a la Unidad Nacional, articulada sobre un proyecto común que dé respuestas a los trabajadores y al empresariado nacional, a los civi­les y a los militares, a los creyentes y a los no creyentes. Cada vez es más urgente asumir nuestra identidad y afrontar la realidad, que consiste en vivir con el producto de nuestro trabajo y de nuestra producción. Solamente quienes tienen la fuerza y el coraje de asumir la verdad pueden construir el futuro.

Los argentinos que rechazaron las Invasiones Inglesas, que protagonizaron el 25 de Ma­yo y que declararon nuestra Independencia, tuvieron la fuerza moral de creer en su capaci­dad para ser independientes. Busquemos en ellos y en las enseñanzas de nuestra historia los valores comunes que nos permitan seguir siendo una Nación independiente que logre quebrar su dependencia en base a un sacrificio solidario y equitativo.

No se trata hoy, en consecuencia, de programar una nueva intrascendente campaña electoral, sino de reflexionar ante el revés que afrontamos, debemos ir formulando un país independiente que garantice a todos sus habitantes la vigencia de los Derechos Políticos, de los Derechos Humanos y de la Justicia Social.

Absolutamente conscientes del precio que deben pagar los defensores de la nacionali­dad en una realidad donde imperan los intereses de las multinacionales, los Socialistas Po­pulares convocan a nuestro pueblo a asumir la profundidad de nuestra crisis y a emprender la reconstrucción nacional, que sólo podrá darse en el respeto por quienes trabajan y quie­nes producen para satisfacer las necesidades básicas, materiales y espirituales de nuestro pueblo en un marco de respeto por la Soberanía Popular y la Independencia Nacional.

BUENOS AIRES, Noviembre de 1984.

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